Los cambios fisiológicos propios del envejecimiento junto a las circunstancias médicas, sociales y psicológicas de cada persona, pueden favorecer situaciones de malnutrición e hipoproteinemia.
No cabe duda de que un adecuado asesoramiento e intervención nutricional pueden resultar muy efectivos en las personas mayores de 65 años, más aun en las que se encuentran en situación de riesgo o en el mayor frágil.
ALIMENTOS FUNCIONALES
Un alimento puede catalogarse como tal si se demuestra satisfactoriamente que aporta beneficios sobre una o más funciones selectivas del organismo y posee efectos nutritivos intrínsecos, resultando efectivos para mejorar el estado de salud y bienestar, reducir el riesgo de enfermedad o ambas cosas. No se trata de medicinas, cápsulas, grageas o jarabes, sino de alimentos que forman parte de un régimen dietético normal. Los alimentos funcionales permitirán una alimentación personalizada con una adecuación individualizada de la dieta en función de las necesidades de cada persona y los criterios del profesional responsable.
DÓNDE ENCONTRARLOS
Las propiedades funcionales pueden identificarse en alimentos tradicionales o en nuevos productos diseñados para ello, por ejemplo, cereales integrales, frutas, verduras, alimentos o bebidas enriquecidas o reforzadas con diferentes nutrientes o componentes específicos. También hay bebidas o alimentos a los que se le ha añadido un componente, como el omega-3 o los prebióticos, y otros en los que se ha reducido o eliminado un componente, como los lácteos descremados.
APORTE PROTEICO
Un consumo proteico insuficiente puede provocar pérdida de la masa muscular, alteraciones de la función inmunitaria y una mala cicatrización de las heridas. En la actualidad:
- Hay evidencias científicas de que el consumo de concentrados proteicos o proteínas derivadas de suero lácteo tiene efectos beneficiosos en la actividad anticancerígena, la actividad antivírica, sobre el tracto gastrointestinal y la composición corporal.
- Los lácteos, el pescado y la clara de huevo, son buenas fuentes de proteínas en el anciano por su digestibilidad, alto valor biológico y facilidad en su utilización en preparaciones culinarias blandas y trituradas.
- En los mayores que han perdido peso o que padecen un estado catabólico, las ingestas proteicas deben llegar en algunos casos a 1,5 mg/kg de peso al día.
- La determinación de la albúmina plasmática es una medida muy útil para valorar el nivel de proteínas del adulto mayor, por debajo de 35 g/l de albúmina, el riesgo es muy elevado.
- La falta de apetito, los menús monótonos y los cambios fisiopatológicos al envejecer pueden inducir carencias subclínicas de nutrientes importantes.
- Suelen tener especial relevancia los déficits de vitaminas A, D, E, ácido fólico y algunos minerales como el zinc, magnesio, hierro o calcio.
- La malnutrición constituye uno de los grandes síndromes geriátricos y un claro factor de fragilidad.
- En el mayor enfermo lo más frecuente es que, al reducir la ingesta calórica total, el aporte de proteínas resulte insuficiente.
- Los alimentos funcionales deben seguir siendo alimentos y demostrar sus efectos en las cantidades en que normalmente se consumen en la dieta.
- La aparición y desarrollo de los alimentos funcionales y aportes proteicos es, sin lugar a dudas, uno de los aspectos nutricionales más novedosos.
- Un suplemento oral solo debe complementar la dieta, no sustituirla.
Via larevistacanariadelasalud.com
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