Desde un olor hasta un recuerdo pueden afectar la mente de un celoso

jueves, 19 de febrero de 2015
El afectado es presa de sensaciones de minusvalía, impotencia y hasta agresividad.

Un olor, una llamada, un cambio, así sea mínimo, en el horario, son capaces de detonar en el cerebro de un celoso procesos profundos que acaban dando por cierta una información, por falsa que sea.

Cuando esto ocurre, el afectado es presa de sensaciones de minusvalía, impotencia y hasta agresividad, que lo invaden sin control. Así se procesan los celos.

Aunque genéricamente se ha dicho que los celos son una condición normal, e incluso una reacción justificada, cuando estos se convierten en un comportamiento obsesivo que altera las relaciones de quienes los padecen, se cae en el campo de un trastorno que tiene un curso y una fisiopatología específicas. (Lea también: 'Mi pareja era tan celosa que me acompañaba hasta al baño')

Desde el punto de vista biológico, los celos son una reacción de alerta mediada neurológicamente por una serie de neurotransmisores que actúan sobre algunas partes del cerebro, pero que terminan afectando a todos los órganos del cuerpo.


Estas partes del cerebro, responsables de las reacciones celotípicas, se encuentran por debajo de la corteza cerebral; eso explica, de entrada, por qué muchas veces son irracionales. (Lea también: Celos, malditos celos)

El hipotálamo que se conecta con la amígdala, el hipocampo y los ganglios basales son la base de los recuerdos, las emociones y las percepciones. Cuando estas estructuras se conectan en forma dinámica, constituyen el sistema límbico que también responde por el deseo, el enojo y la ira. Tres componentes relacionados directamente con el enamoramiento, el odio y los celos. En otras palabras, el amor profundo y los celos se encuentran en las mismas estructuras.

Todas las sensaciones de atracción, de distancia o de desamor frente a otra persona, se guardan estructuralmente en ese llamado sistema límbico. Curiosamente, otras áreas aledañas relacionadas con los celos, forman parte del complejo neurológico que determina el dolor físico. (Vea también: Celos se considerarían maltrato y acoso psicológico, motivo para pedir la separación, dicta la Corte)

Cuando la corteza cerebral frontal se deja gobernar por el sistema límbico, empieza el problema. Es decir, el sistema nervioso se activa todo el tiempo y basta un estímulo mínimo para que reaccione de manera exagerada e irracional.

El problema es que en el celoso este estímulo de irracionalidad puede entrar por cualquiera de los sentidos: con un olor, una imagen, una sensación, un sonido o incluso con los recuerdos, los pensamientos y hasta las creencias que tiene en su cabeza.

Conclusión: la persona cae en un laberinto donde cualquier cosa o contradicción incrementa el problema. De ahí que sea prácticamente imposible discutir con un celoso. Lo peor es que no hacerlo también aumenta la reacción. Es una trampa. (Lea: Cuando los celos se vuelven una enfermedad)

La cosa es simple: frente a la realidad el cerebro se anticipa y elabora una maqueta que no es real, pero que en el caso del celoso no puede confrontarse con la realidad para sacar una conclusión válida. La persona arma su propia historia y no hay quien lo saque de ahí.

Sustancias del celoso

El circuito neuronal anterior está regulado por una serie de sustancias como la dopamina, que es el neurotransmisor de los procesos afectivos. Es como si esta disminuyera la parte inteligente del cerebro para reducirle los frenos, la lógica y la congruencia a la persona.

También hay otras sustancias, como la oxitocina y la hormona del apego, que está involucrada con las adicciones.

Caso especial merece la referencia de la serotonina, que soporta todos los procesos afectivos. Un desequilibrio de ella agudiza las sensaciones negativas en la mente del celoso.

Hay más. Sustancias como la vasopresina, la anandamida y el óxido nitroso facilitan las reacciones exageradas del celoso sobre las cuales el control voluntario no es posible.

Si bien este es el componente neurológico, existen factores, desde el punto de vista ambiental, personal y epigenéticos, que actúan de manera congruente con lo mencionado para configurar el síndrome celotípico que, desde el plano psiquiátrico y psicológico, caen dentro del espectro de los delirios.

Como es natural, frente a una enfermedad como esta se requiere la intervención que, dependiendo de la severidad y la profundidad de cada caso, ameritaría medicación para reordenar las sustancias y neurotransmisores que están desequilibrados. También se requiere psicoterapia individual y colectiva y, por ende, seguimiento.

No en vano se dice, desde el punto de vista médico psiquiátrico, que el síndrome celotípico, también conocido como el síndrome de Otelo, es una enfermedad crónica que en ocasiones requiere tratamiento psicológico.

El caso que motivó la sentencia

La valentía de Laura* para llevar su caso hasta la Corte Constitucional sirvió para que este tribunal estableciera que los celos pueden ser causal de divorcio.

La historia de esta mujer empezó desde la época de noviazgo. En nueve años de relación surgieron poco a poco síntomas de celos desmedidos por parte de su pareja. Aun así, decidieron casarse en el 2003 y de su unión nacieron dos hijas. La mujer relató que los celos de su marido incrementaban cuando él ingería alcohol. Contó, por ejemplo, que en una ocasión, cuando celebraban el grado de una sobrina, él la acusó de esconderse en el baño con un hombre que estaba en el lugar.

Además, la afectada, por cuestiones de trabajo, debía viajar, pero por los celos de su esposo se vio obligada a pedirle a su jefe que no la enviara más a ese tipo de labores. La situación llegó a afectar también a las hijas. Alguna vez el esposo sacó a su hija mayor del jardín y la llevó ante el Instituto de Genética Yunis Turbay para practicarle una prueba de ADN con el fin de comprobar si era o no hija de él.

No bastó con que el resultado mostrara que sí lo era. Al parecer siempre tenía un “motivo” para discutir: la hora de almuerzos con los compañeros, la ropa que usaba y las fiestas empresariales. La Corte valoró los relatos de familiares, compañeros de trabajo y un análisis médico que indicaba los daños psíquicos que los celos estaban causando en la vida de ella.

Via eltiempo.com

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