Magda Julin fue la sorpresa del campeonato de patinaje femenino sobre hielo que integró el calendario de Los Juegos de Amberes 1920: no sólo se llevó la medalla dorada sino que estaba embarazada de cuatro meses. No ha sido la única: en los Juegos Olímpicos de Invierno de Torino, 2006, la alemana Diana Sartor, competidora en skeleton estaba de nueve semanas. En 2010 era la canadiense Kristie Moore la que competía a los cinco meses de gestación, y la lista se amplía también con Karen Cosgrove.
La decisión de todas ellas ha suscitado la polémica sobre la conveniencia o no de realizar deporte durante el embarazo tanto en los casos de competición como en el resto de la población femenina aficionada. Sin embargo, en los últimos años la evidencia científica acumulada inclina la balanza hacia las bondades de su práctica mientras se espera un hijo.
Es el caso del trabajo de Thomas Reilly, Director del Instituto para la Investigación en Ciencias del Deporte y el Ejercicio de la Universidad John Moores de Liverpool -Inglaterra-, cuyas investigaciones confirman que el embarazo en sí no prohíbe la práctica deportiva y, en casi todos los casos, no existe problema para que las mujeres continúen con sus rutinas de entrenamiento durante el mismo. Es más, los datos muestran que el ejercicio en embarazos sin riesgos benefician tanto a la madre como al bebé.
Hay excepciones evidentes para las gestantes: evitar el ejercicio cuando hay mucho calor, reducir los entrenamientos si hay molestias y parar ante síntomas como el dolor, hemorragias, ruptura de membranas y ausencia de movimientos fetales.
El propio Colegio Americano de Obstetricia y Ginecología recomienda 30 minutos o más de ejercicio moderado al día, o varias veces a la semana, en la mayoría de las mujeres, a menos que existan complicaciones médicas o del propio embarazo. Asimismo, es necesario que la gestante se someta anteriormente a un chequeo médico.
Se sabe que la práctica de ejercicio físico mejora la condición cardiovascular y muscular; evita problemas con la musculatura abdominal y pélvica que tanto peso debe soportar conforme progresa el embarazo y la mujer aumenta de peso. También se conoce que practicar deporte en la gestación acorta el tiempo de hospitalización postparto, reduce el número de cesáreas, mejora la tensión arterial y protege a la mujer de la diabetes gestacional.
El nivel de adaptación al ejercicio físico previo al embarazo será un factor determinante en la tolerancia y posibilidades de realizar actividad física: a mayor adaptación aeróbica, mayor eficiencia cardiorrespiratoria y energética, mejor vascularización de los tejidos y mayor capacidad de eliminar calor. La articulación del sacro con la pelvis debe ensancharse para poder alojar la cabeza del bebé en el último trimestre. Un tono muscular adecuado a nivel lumbar, ayudará a evitar los dolores de espalda tan frecuentes e invalidantes en la mayoría de ellas.
No obstante, aunque es posible practicar buena parte de los deportes se debe evitar cualquier ejercicio que obligan a acostarse sobre la espalda después del primer trimestre, el submarinismo, los deportes de contacto, como el hockey sobre hielo, fútbol y baloncesto y las actividades que suponen un alto riesgo de caídas, como el esquí alpino, gimnasia, esquí acuático, surf y paseos a caballo o hacer ejercicio a gran altura.
Las recomendaciones se extienden a los ejercicios que eleven la temperatura corporal en exceso, ya sea a causa del propio ejercicio o porque su práctica es en un lugar caluroso o soleado. Por lo tanto, no se debe realizar deporte durante procesos febriles, por ejemplo causados por una simple gripe. Ambientes con exceso de humedad tampoco son los más adecuados. Una temperatura corporal de la madre de más de 38º empieza a considerarse peligrosa, y el riesgo de problemas y malformaciones en el feto aumenta.
Via nosotras.com
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